Una vez leí que para escribir un libro se precisan dos condiciones básicas: tener una historia que contar y contarla. A esas dos yo he añadido una tercera: conocer las reglas gramaticales y las que rigen el género que se desea cultivar.
Creo que Marilyn no ha dudado nunca de que cumplía con el primer requisito, por el gran archivo de historias que todos llevamos dentro, avalado en ella por su condición de asidua y apasionada lectora desde muy pequeña.
Lo que me ha sorprendido en Marilyn es su confesión de que nunca había escrito nada que tuviera que ver con la literatura. Pero sé que todos llevamos talentos ocultos que solo esperan la oportunidad de emerger a la conciencia despierta, razón por la cual varios autores que abordan el tema del proceso creativo aconsejan que usemos siempre la frase «Aún no he desarrollado ese don», cuando nos asalte la tentación de afirmar que no damos para tal o cual trabajo o actividad.
La obra que hoy presentamos a su consideración es una expresión tangible de ese talento que Marilyn no había descubierto. Nació como la ejecución de una tarea de carácter libre asignada al final de un curso de actualización ortográfica, y así se reveló la capacidad narrativa de esta autora.
Durante el desarrollo del trabajo para la edición de Don Sin Cola y otros cuentos fui confirmando aquello de que en todo proceso la mitad del placer está en el camino, porque este libro es fruto de la sinergia producida por un equipo que aunó buenas voluntades para lograr un producto atractivo.
Por un lado, el trabajo se facilitó por el entusiasmo y la facilidad en el trato de su autora, por otro, la intervención de la artista Paloma Velázquez, quien con tanto gozo y dedicación ilustró el libro, y por la generosidad de Eric Simó, quien aportó sus sabias sugerencias para enriquecer la obra. A todo ello se sumó el entusiasmo de don Vitelio, quien para agasajar a su amada esposa con este libro, precisamente el día de su cumpleaños cubrió generosamente todo el costo de la publicación.
Marilyn Armenteros ──que ingresa gozosa al mágico universo de la literatura infantil y juvenil── nos sorprende con una prosa ágil, fresca y amena para disfrute no solo de quienes atraviesan por los estadios a quienes van dirigidos sus cuentos, sino también de los que ya estamos enfundados en un cuerpo adulto pero conservamos la mirada y la atención en esa tierna criatura interna que nos acompañará de por vida.
En este libro los personajes y roles están bien definidos y la narración cumple con el propósito de mantener la atención del lector en todo su trayecto y presentar un final interesante en cada uno de los cuentos: una duda, en Don Sin Cola, para que el lector la disipe, porque las protagonistas aún se preguntan si resultaron vencedoras o vencidas; una solución saludable frente a la incomprensión de los demás, sin necesidad de juzgarlos, en ¿Cuentos de niños o cosas de adultos?, y una atinada lección en el cuento Paseo al zoológico, que recuerda que no todos los animales peligrosos son grandes ni están enjaulados.
Especial ternura despierta el final de Mi primera mascota, y particularmente, el de El carro de la Barbie, en que la protagonista descubre ──por intuición femenina innata── la vía más expedita para llegar al corazón de un padre derretido y lograr su objetivo de recibir los dos regalos de cumpleaños a que aspiraba, en vez de uno, como pretendía su progenitor.
¡Enhorabuena, Marilyn! Te damos la bienvenida y te exhortamos a seguir trabajando y disfrutando de esta experiencia sin par.
Brunilda Contreras
Escritora de literatura infantil y juvenil