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Brunilda Contreras Premio Biblioteca Nacional de Literatura Infantil 2024 |
Por una sabia decisión de mi alma, nací en un paraje del Cibao, un sábado 13 de agosto, cerca de la medianoche, según me decía mi madre... crecí rodeada de unos campesinos muy alegres que se sabían herederos y custodios de una riquísima tradición oral que florecía como décimas, cuentos, adivinanzas y otras creaciones artísticas más, que convertían las cosechas en auténticas fiestas comunitarias.
Mis cuentacuentos fueron el abuelo Alfonso y su hermana Meicé. y fue ese abuelo amado quien predijo que yo sería escritora, porque una mañana, mirándome con una ternura que pretendía solapar con un manto de reproche simulado, me dijo que, por ser tan presumida, un día llegaría a alimentarme solo con plumitas, aire y pétalos de rosas.
¡Qué sabio era mi abuelo!, porque del universo de los símbolos él eligió, sin sospecharlo, los dos que constituyen la fuente creadora de todo ser humano: el pensamiento que diseña y el sentimiento que sustenta. el primero representado por el aire y las plumitas, y el segundo, por los pétalos de rosas, como esencia del amor.
Con respecto a la lectura, conservo dos imágenes que me marcaron: la de mi padre frente al periódico, que compraba cada vez que iba a la ciudad y lo leía con tanto interés, que parecía que estudiaba su contenido y la de mi madre que, por las noches, después de una dura jornada, bajo la luz tenue de una jumiadora, leía en voz alta novelas de Corín Tellado... Por ellos aprendí que se puede derivar un gran placer de la lectura.
En ausencia de obras impresas, la madre naturaleza me abrió su libro mágico permitiéndome el acceso a muchos de sus arcanos cuyo contenido han nutrido mi vida y la literatura que produzco, porque desde muy niña entré en complicidad amorosa con los cuatro elementos y los seres que los pueblan.
Como la naturaleza revela sus secretos a quienes la aman, muchas mañanas tuve la dicha de presenciar las clinejas que los duendes habían tejido por las noches en las crines de las yeguas, aun cuando ellas estaban en una caballeriza cerrada con candado.
En tiempos de tormenta, contemplaba a mi abuela que, amparada en la convicción con que la investía su fe inquebrantable, ordenaba al viento que amainara su furia… y el viento siempre obedecía, y aprendí que el canto de las chorreras de los ríos es producido por unos seres amorosos que purifican las aguas, pero lloran cuando les echan desperdicios.
Esos amigos invisibles para los ojos físicos me han acompañado siempre. y están aquí como mis invitados especiales… pero no se preocupen… ustedes no serán víctimas de las travesuras que, con sobrada razón, se les atribuyen a algunos de ellos… porque, aparte de que están muy agradecidos por el privilegio de asistir a este acto maravilloso, son vigilados por devas de evolución superior, a quienes deben obediencia por ley de jerarquía espiritual.
Yo amo la literatura infantil y juvenil, porque estoy convencida de que, a través de la fantasía, como reguladora de la vida mental y emocional del ser humano, alivia en los niños las tensiones propias de su edad, ignoradas con mucha frecuencia por los progenitores… y de adultos, nos auxilia en la sanación de las heridas que por experiencias dolorosas o por errónea interpretación de los hechos, alojamos durante nuestra niñez en ese inmenso mundo soterrado que es el subconsciente.
Desde que tuve uso de razón, he caminado con los ojos de la conciencia muy abiertos. y por eso, concibo cada día como un paso que me encamina hacia la puerta de salida ante la cual mi alma peregrina decida despojarse de las vestiduras que ha usado en esta experiencia terrenal. y cuando llegue esa hora, sé que me iré muy agradecida por las lecciones asimiladas en el amplio salón de clases que es nuestro planeta, y por todo el amor que he recibido de las almas que han transitado conmigo este tramo de la existencia humana que llamamos vida.
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