viernes, 17 de septiembre de 2021

El ramageo, cuento fantástico y ecológico de Brunilda Contreras

El abuelo contaba horrores sobre el Ramageo. Yo quise conocer la verdad sobre ese extraño ser y tomé camino del río donde moraba el Samán Centenario. Fue él quien me narró con pesar, la historia.

Sucede —me dijo, mientras la brisa de la tarde movía los gajos de su larga cabellera vegetal— que el Ramageo en su principio no fue más que un fantasmita dulce y tierno. Se divertía en las noches de luna trenzando las crines a las yeguas, para gozar al otro día con los pleitos del encargado de la hacienda, que tenía que desenredárselas con un peine de alambre.



Rama —prosiguió el Samán— era blanquecino y muy juguetón. Cuando los niños comenzaban a llorar, él los imitaba con un ¡buuuuuuuu! tan gracioso que terminaban muertos de risa y se dormían en el acto. Entonces los perseguía en la ruta de sus sueños para continuar con sus graciosas ocurrencias. Los niños seguían sonriendo y las madres decían que soñaban con los angelitos.

Así transcurría la vida del fantasmita, hasta que un día al llegar al río encontró a este llorando:

—¿Qué te pasa? —le preguntó.

—Un grupo de leñadores me han cortado las pestañas. Ahora el sol me da de frente y ya no puedo retener mis aguas. Como si fuera poco, unos pescadores echaron zumo de un bejuco tóxico en mi corriente, matando inmisericordemente todos mis peces. ¿Qué será de mí?

Rama se puso tan triste como el río y lloró durante varios días. En otra ocasión, vio a un copete rojo que se movía con desesperación. Se acercó para darse cuenta que era un pájaro carpintero.

—¿Qué sucede? —se interesó.

—¡Ay, amigo! —se lamentó el pájaro—. ¡Cuán triste es la historia mía! Para alimentar a mis hijos, fui detrás de unos gusanitos dentro de unas mazorcas de cacao. Los perseguí, perforé las mazorcas. Luego vi a unos niños felices porque sus papás les regalaban esos frutos. Ellos, luego de secarlos al sol, los vendían y se compraban cuadernos, lápices y dulces. Pero un día al entrar al cacaotal, encontré un grupo de fantoches que amenazaban con volverme loco. Tuve suerte de que un amigo que volaba cerca, me dijo que no temiera. Eran sólo hojas de cuadernos colgadas por los sueños para asustarme. ¡Ay! ¡Acabo de ver un letrero que ofrece diez centavos por nuestra lengua! ¡Nos van a matar a todos! —sollozó el pájaro carpintero.

Rama se fue más compungido que el ave amenazada y no bien había recorrido un tramo cuando se encontró con una cotorra que también lloraba.

—¿Por qué lloras? —preguntó el fantasmita ocultando su propio llanto.

—He perdido a mis hijos. Me los llevaron para venderlos en el mercado o en la carretera. La gente los quiere como mascotas en sus casas. ¡Algunos les enseñan hábitos y palabras feas!

Rama —continuó el Samán— sentía cada vez más peso sobre sus hombros, como si toda la pena y la tristeza le cayeran encima. En eso vio que la cotorra era consolada por la tórtola recién llegada:

—No llores, amiga, unos muchachos me robaron mis pichones para comérselos y desde entonces no he vuelto a cantar.

Fueron tantas las agresiones humanas a la naturaleza, que Rama fue perdiendo poco a poco la alegría. Su atención estaba centrada solo en la tristeza. Se olvidó de que podía florecer la esperanza en su corazón y compartir esa flor con los demás para que renaciera la alegría. La tristeza volvió su cuerpo redondo y denso. En ese estado perdió la razón y se convirtió en un verdadero monstruo. Los cabellos se le pusieron gruesos y puntiagudos como alambres de púas. Su mirada electrizaba todo. Las piernas le crecieron tanto que en una sola zancada podía trasladarse de un pueblo a otro.

Por eso, en varios lugares recibió nombres tales como el Coco, el Cuco, el Ramageo y muchos más. Pero él solía identificarse como Luis Beltrán y por doquier dejaba la inscripción: “yo soy Luis Beltrán, que ni me han cogido ni me cogerán”.

Dicen que cuando lo perseguían, solía tirarse al río para salir convertido en un grupo de cucarachas que se dispersaba en todas direcciones.

fin


viernes, 28 de abril de 2017

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO POR LA DEDICATORIA DEL DÍA, DURANTE LA 20 FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO 2017



A Walt Disney se le atribuye  haber dicho que hay que tener mucho cuidado con lo que se desea porque puede hacerse realidad. Afortunadamente no he tenido cuidado alguno  con mis sueños, porque hace ya muchos años, mientras mis tiernos pies amasaban el lodo, mi cabeza se elevaba en procura de las estrellas. Y los resultados han sido maravillosos. Guiada  por las sabias enseñanzas de mis abuelos paternos y de mi inolvidable tía Meicé, pude penetrar desde muy chica en ese universo que muchos denominan ´El Reino de la Fantasía`, de donde proceden las historias que cuento.

A falta de libros físicos, esos seres amados, que llevaban el saco del intelecto vacío, pero llenas las árganas del corazón —donde tiene residencia la sabiduría— me alfabetizaron con el amplio libro de la naturaleza. Con este  comencé a tener contacto con los cuatro elementos que constituyen todo lo que existe en la tierra —incluyéndonos a nosotros mismos— y, sobre todo,  con los mágicos seres que los pueblan.
En ese mundo mágico en que he vivido he sido acompañada por duendes que me  han ayudado a tejer una inmensa cantidad de sueños, y por hadas que con su mágica varita han contribuido a hacerlos visibles en este plano de las formas. Ellos me ofrecen con mucha frecuencia sorpresas tan agradables, como la dedicatoria de este día. Pero también he de confesar que me han  salido al paso lobos y brujas que han intentado —y a veces conseguido— obstruir por momentos el camino de mis sueños. Y entonces, con perseverancia y, sobre todo, con mucha fe, he logrado entender que  esas estrafalarias apariciones no son más que proyecciones de mis más íntimos temores.
Con frecuencia recuerdo a nuestra muy querida y siempre presente Aída Bonnelly de Díaz, quien en una ocasión me manifestó que lo mejor de los años dorados —por los que ahora transita la expresión externa de mi existencia— es que uno se torna más sincero. Y en ese sentido, puedo afirmar que nunca he sabido cuál es la línea divisoria entre la fantasía y lo que la gente denomina `realidad`. Porque entiendo que ambas son realidades en su propio estado de manifestación, y que lo que la gente llama `realidad` no es más que la expresión sutil de ese otro mundo que es intangible solo  para los sentidos comunes. Ese mundo  que es nuestro por herencia, por aquello de sabernos divinos por origen y humanos por manifestación.  Me concibo integrada por esencia y sustancia, sustancia y esencia que se transmutan la una en la otra, en atención a las necesidades del momento.
Esa concepción me llevó desde muy pequeña a crear matrices con mi mente que, sustentadas por mis sentimientos, hoy se expresan en esta realidad tridimensional. Mientras jugaba en el cafetal de mi casa, transformaba los cafetos en entrañables amigos, me interesaba en  su procedencia, sus sueños, sus aspiraciones… Y hoy, la vida me los ha traído a todos como miembros de  mis dos grandes y amorosas familias: la biológica y la espiritual: cual de las dos más valiosa para mi existencia.
Por eso, me chirrían las voces que aseguran que los verdaderos amigos son muy buenos, pero pocos. Pues los míos son muchos, y muy buenos. Tanto, que cada vez que algún nubarrón amenaza con empañar mi alegría, ellos acuden de inmediato para ungirme con el ungüento sagrado de la solidaridad. Y entonces, con mucha frecuencia tengo que colocarme imaginariamente el manto de silencio y humildad para preservarme del  pernicioso efecto del  orgullo que pudiera llegar a  hacerme creer que merezco todo lo que me ofrecen.
Les reitero mi profunda gratitud por su presencia en esta significativa mañana. Y al Ministerio de Cultura por el honor  que me ha concedido.  Y pueden tener la certeza de que seguiré soñando, creando maquetas con el material que extraigo del Reino de la  Fantasía que, sin lugar a dudas, serán transformadas por  mis amigos los duendes y las hadas en realidades  de este plano que se exhibirán ante la vista de quienes deseen contemplarlas.

Muchas gracias, y feliz resto del día.
Brunilda Contreras Núñez
Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2017

jueves, 27 de abril de 2017

FILSD 2017 rinde homenaje a la escritora Brunilda Contreras

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El acto fue encabezado por Ruth Herrera, directora de la FILSD 2017, quien dirigió unas breves palabras a la escritora: “Nos sentimos muy contentos de tener en nuestra lista de autores homenajeados, con la dedicatoria de calle, a Brunilda Contreras, quien es una mujer trabajadora incansable, tiene una imaginación para trabajar la literatura en el ámbito infantil”.

De su lado, la escritora Brunilda Contreras agradeció a las autoridades del Ministerio de Cultura por el reconocimiento y el apoyo de sus familiares.

“Estoy muy agradecida. Realmente, lo que yo puedo hacer con mi trabajo es colocarlo en un nivel de dignidad que sea presentable, pero cuando autoridades hacen un reconocimiento entonces es como si fuera una evolución del trabajo, es un estímulo”, expresó la autora.

“Hace muchos años, mientras mis tiernos pies amasaban el lodo, mi cabeza se elevaba en procura de las estrellas, y los resultados han sido más que maravillosos. Gracias a las sabias enseñanzas de mis abuelos paternos, pude penetrar en ese universo que muchos denominan como el reino de las fantasías, de donde proceden las historias que cuento”, agregó la escritora.

En presencia de sus nueve hermanos, y demás familiares, amigos, estudiantes y allegados, se dio lectura a la semblanza de Brunilda Contreras, en la voz de la estudiante del taller literario Jatnna Rodríguez.

También, hicieron acto de presencia Valentín Amaro, miembro del consejo ejecutivo de la Feria Internacional del Libro; Teófilo Terrero, coordinador de las Dedicatorias de Calles y Rafael Peralta, escritor.

Anteriormente, fueron reconocidos con las dedicatorias de calles los escritores Myrna Guerrero, Pedro Conde Sturla, Rafael González y Sabrina Román.

La Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2017 está dedicada al escritor René del Risco Bermúdez y tiene como País Invitado de Honor a la República de Paraguay.

Perfil

Brunilda Contreras Núñez, es maestra, comunicadora social y operadora en Programación Neurolingüística. Ha publicado diez obras que cuentan con varias ediciones.

Con su novela Esperanza obtuvo el Premio Anual de Literatura Infantil y Juvenil Aurora Tavárez Belliard en 2010, otorgado por el Ministerio de Cultura. En 1999, la Casa de la Obra Pía del Museo de La Habana le otorgó el premio Misael Valentino por su libro Mi vaca de retahílas.

Además, obtuvo mención de honor en el Segundo Concurso de Mini relatos del Ministerio de Cultura, con su texto “Machismo”. Su obra El mal del juicio quedó finalista en un concurso de El Barco de Vapor de Ediciones SM.

Tiene una especialidad en Promoción de la Lectura y Literatura Infantil, por la Universidad de Castilla-La Mancha, España. Imparte cursos de creatividad literaria para niños y adultos, y ha laborado en publicidad y en producción de televisión. ROBERTO CAVADA 26 de abril del 2017
Santo Domingo. – 
































miércoles, 14 de mayo de 2014

PRESENTACIÓN LIBRO MARGARITA LUCIANO El patio encantado por Brunilda A. Contreras N.

PRESENTACIÓN LIBRO MARGARITA
El patio encantado

Es primavera,  y en primavera retoñan las flores y la brisa fresca lo acaricia todo.  También reverdecen en la conciencia  de los adultos aquellos recuerdos de una niñez forjada sobre los cimientos de lúdicas experiencias, matizadas por cuentos, cantinelas, representaciones y, sobre todo, muchos juegos que pervivirán  por siempre.
Y en esta primavera de 2014 ha surgido una hermosa novela, en el siempre florecido  jardín de mi buena amiga Margarita Luciano.  Lleva el más sugerente de todos los títulos: El patio encantado, cuya lectura ha despertado en mí, además de los recuerdos de la infancia,  las letras de una canción de Alberto Cortez, que dice:
En el patio hace mucho se gozaba la infancia
con un aire a domingo, con un aire de fiesta
niñerías y juegos de poquita importancia
estrenaban la vida bajo el sol de la siesta.

Porque no hay mejor lugar para estimular la creatividad infantil y su hermana gemela, la imaginación que un patio grande, donde  con  la cómplice custodia de una tía Dilia, se puedan echar a andar estas dos fuerzas poderosas.  El patio es el lugar de convergencia de  muchos géneros literarios, disfrazados de ingenuos, inocentes y divertidos juegos.
Pero en la edad de los juegos, lo más importante es la posibilidad de que los infantes disfruten, se ejerciten, liberen endorfinas, que son las llamadas  hormonas de la felicidad, aprendan a compartir, a respetar a los demás, y sobre todo,   a resolver conflictos entre ellos, ejercicio que los conducirá al establecimiento de correctas relaciones con los demás, porque, continúa diciéndonos Alberto Cortez:
Los rincones del patio eran la fantasía
nos prestaban paisajes y lugares remotos
y nos daban refugios donde siempre vivían
los eternos juguetes manoseados y rotos.

Estos juegos, hábilmente recreados por Margarita, permiten  que los niños ejerciten los órganos que intervienen en la expresión lingüística  porque todos ellos exigen una buena dicción:
Montado en su caballito
sin bridas y sin estribo
va un jinete soñando
en recorrer los caminos.
Arre que te  arre
taca, tacatá
dice el jinetito
con voz musical.

Los juegos infantiles permiten por encima de todo que se cumpla la función básica de la literatura,  que es la diversión, en este caso en su versión oral, mediante  composiciones  cuyo recurso básico en algunos  tipos  es el sin sentido:
Ambos a dos matarile rile rile
Ambos a dos matarile, rile ron, o:

El baile de la caraqueña
es un baile muy disimulado
que poniendo la rodilla en el suelo
todo el mundo se queda admirado…

  Y quizás una de las mayores bondades de   estos juegos es precisamente el poder  de enseñar sin caer en el  llamado utilitarismo, que consiste en usar la literatura para fines que no le son propios  ni  en el didactismo forzado. Esto es así porque, teniendo como marco la rima y el ritmo, propios del ámbito del hemisferio cerebral derecho, los infantes aprenden,  a contar y a memorizar a temprana edad:
Uva, pera, manzana y arroz
                                                   ¿a los cuántos años
                                                        me casaré yo?

                                                             Al  uno,
                                                               a los dos,
                                                                a los tres,
a los cuatro,
a los cinco,
 a los seis,
 a los siete.
 a los ocho,
 a los nueve,
a los diez…
a los cincuenta…, o:
Enero, febrero, marzo, abril y mayo
son los cinco meses primeros del año.
Estos juegos tradicionales, traídos de España y de otros lugares  por los inmigrantes, y con frecuencia adaptados o modificados por nosotros por lo que se encuentran múltiples versiones por doquier representan en su parte oral, el primer encuentro del niño con la literatura. Así, cuando ingresa a la escuela  lleva una buena  mochila cargada de canciones, poesías, dramas, retahílas, adivinanzas…
Benditos los patios que han permitido el desarrollo de las inteligencias múltiples,  muchísimo antes de que fueran presentadas por Howard Gardner.
 Las inteligencias intrapersonal e interpersonal, porque se juegan en grupo, en los cuales se enfrentan y resuelven muchos conflictos surgidos en la propia dinámica y lo que  permite que el niño que  interiorice la experiencia.  La corporal  y la espacial porque el  cuerpo se convierte en un espacio coloquial por el que transitan todas las experiencias vividas, y al que hay que destinar un entorno físico específico, la musical, porque el   juego exige ciertos movimientos rítmicos;  la matemática porque hay juegos que suman, restan, dividen   y multiplican, la musical, porque, lógicamente se  canta, se toca y se baila,  y la lingüística, porque en el lenguaje está cimentada, y está considerada la más importante de todas las inteligencias.  
Leer este libro ha sido recorrer un camino de gratísimos recuerdos, con El baile de la caraqueña, Tengo una muñeca vestida de azul, al que también se engarzaban otros propios de mi niñez como Piripipí yo tengo un novio…, o El hijo del conde, caramba me mandó un papel, que si yo quería, caramba, casarme con él…, para deslizarme luego en la versión campesina del tobogán que era un delicioso yaguacil, testigo de la rotura de muchos pantalones,  faldas y hasta piernas y caderas, que muchas veces ocasionaban la ruptura de la armonía con los padres y parientes.
Pero esta experiencia no podía ser perfecta, al finalizar me encontré con la dura realidad   de que los patios, al decir de Cortez, se han marchado ¡acusados de ociosos!, me produce el dolor de que los niños no puedan más disfrutar del desarrollo de su creatividad innata, mediante la cual un simple palo se transformaba en un vigoroso caballo, unas malezas en espaguetis, o un simple higüero en un hermoso perro o en un gracioso lechón. En contraste, han recibido juguetes que por muy sofisticados que parezcan, tienen limitadas sus funciones, lo que ocasiona el constante aburrimiento. Naturalmente, sin soslayar el tremendo beneficio que les ofrece la tecnología.
Pero Margarita y  yo, así como todos los que disfrutamos de esa infancia maravillosa colmada de posibilidades, sabemos que en los más profundo de nuestros seres, desde un rincón de nuestra subconsciencia, siempre retumbará la voz del niño interno que todos llevamos adentro y, que cuando menos lo esperemos, nos sorprenderá con un “Pisá colá”.
Muchas gracias y buenas tardes.

Brunilda A. Contreras N.

30 de abril de 2014, XVII Feria Internacional del Libro 2014



LA ESPERANZA de Brunilda Contreras, presentación a la obra escrita por Lucía Amelia Cabral




Podría empezar diciendo que Brunilda es una artesana singular, trabajadora de un quehacer plural en el arte de la literatura para niños y jóvenes. ¡Qué andar risueño el suyo! ¡De cuentos a adivinanzas, de colmos a retahílas, de versos a  novelas… y más!  Sin dudas, es ella dueña de la palabra. 
Brunilda Contreras es un ser especial.  No es una adivinanza, aunque haya publicado dos deliciosos libros de acertijos.  No es una retahíla, porque en ella no cabe, como en su Vaca de retahílas, el espacio para repetirse.  Tampoco es cuento ni novela, porque nada de su intrínseco ser es ficción. Desprovista de dudas y vacilaciones, sin flojera en la cabeza ni en los pies, Brunilda es una escritora de fuste, con remarcable donaire para la literatura para niños. De desbordada entrega y lirismo auténtico, es puntillosa hasta el colmo. Su obra es como su vida, inspirada de verdades.  Existe para descubrir, construir y compartir. Cree y lo declara.  Cree en lo importante, lo que hace trascender.  En el espíritu, en la claridad.  Cree en los retos, en la solidaridad.  En lo que se ve y no se ve.  En lo que pasó y lo que viene después.
Decía que Brunilda es propietaria de la palabra. Una a una las enlaza, en la víspera misma de desenrollarlas con verdadero gozo.  Entonces devela las profundidades de su pensamiento y la templanza de su alma tranquila, como el agua limpia del arroyo que, sin desvarío, a la orilla del verde, traza el territorio de su destino.
Esta tarde de domingo quiero primero referirme a su última publicación, la número diez, que tiene como rojo, sugerente y  contundente título La madre de los tomates. Qué inventario simpático, lleno de chispa, vibrante, inteligente, este libro de colmos de Brunilda. Doscientos ochenta y cuatro colmos de buena tinta y pasta tierna para escoger el que nos guste, gozarlo, repetirlo, compartirlo, para instalarlo en nuestra memoria cognoscitiva, como divertida suma de razón y deleite.
No puedo substraerme a la provocación de su vocación comunicativa y para ustedes recojo algunos de los colmos de los colmos de Brunilda.  Como el colmo de la letra F que es, saben qué, estar fofa y de un limón, quejarse de acidez.  De un cultivador de caña, que le baje el azúcar, de un pez, sufrir de ahogos y de una cabeza de ajo, morir de migrañas.  De una mesa, pararse en dos patas, y de una casa, no tener ni dos dedos de frente.  De un electricista, que se le crucen los cables, y no hacer química con la gente, el peor de los colmos del farmacéutico. Y claro, de un mecánico, dice Brunilda que es tener un tornillo flojo, en tanto que de un martillo, es no dar en el clavo.  Del pescador, pescar un resfriado, y del director de un zoológico, no aceptar animaladas, y de un zoológico, ¡exhibir un elefante blanco!  El colmo de un gato americano, comerse un mouse y de la televisión, ser solo pantalla. De un músico, sacar malas notas, de un cineasta, rodar por el suelo y de un gigante, ¡no pensar en grande! De un abanico, ¡qué colmo!, tener aires de superioridad, pero de un cero, con baja autoestima, el colmo siempre será querer colocarse a la izquierda. Como anota Rafael Peralta Romero de La madre de los tomates, con provecho humorístico y sentido filosófico, Brunilda recrea la realidad para devolverla en forma de obra literaria.  
Las escritoras Brunilda Contreras y Lucía Amelia Cabral.
Ciertamente de norte a sur, y de izquierda a derecha, Brunilda está hecha de palabras, intimismo de hechos y sueños, donde la coherencia es eje, el trabajo, mandato y la espera pusilánime, inadmisible.  Epifanías las suyas de celebración de la vida, sin aspaviento de solemnidades. De su sensibilidad y aciertos en el quehacer literario, ha dicho el autor cubano Enrique Pérez Díaz, cito: Cuando sus palabras se encaminan hacia el mundo de lo oculto, aquello que se desdibuja entre los velos de la incredulidad de los hombres, en la eterna lucha entre lo pragmático y lo mundano pugnando por dominar lo autentico y esencial, a veces invisible a los ojos, es que Brunilda se nos revela en sus mejores y más trascendentes dotes de artífice de la narración.
Esperanza es su penúltimo titulo. Mereció, a unanimidad del jurado, el Premio Nacional de Literatura Aurora Tavárez Belliard 2010. Esperanza es una obra poderosa, virtuosa, como su nombre mismo.  Obra escrita con oficio, para el público juvenil y más allá de los años adolescentes, valiosa, pulcramente desarrollada. La fuerza de la narradora, archiculta de tradiciones dominicanas, articula una novela de aliento sostenido, de impecable entretejido, avalado por la autenticidad de la voz de la autora que, aun sin proponérselo, inventaría certezas y precisiones que se pierden en el desamor por nuestras costumbres.
Con lucidez y sin abismos, Brunilda Contreras hace de Esperanza una novela especial.  Su construcción esmerada, domiciliada en la realidad dolorosa, sacude los sentimientos.  Pero la autora hace lo que sabe hacer muy bien, se vale de la palabra y del amor para reivindicar la tragedia y triunfante logra rescatar al lector de la oscuridad de la incertidumbre.  Eso es, habilidad narrativa, una inmancable buena energía y su cosmovisión que potencia la transparencia, le permiten abordar realidades de la problemática social de nuestros pueblos.  Entonces ocurre que temas escabrosos, como la muerte, el drama de la emigración, la paternidad irresponsable, el flagelo del VIH, ella los trata sin complejidad, sin durezas, sin escapismo ni crueldad.  No los deja en la sombra, en el abandono del dolor sino que trilla el camino que inspira y redime.  El lenguaje sugestivo y la espiritualidad tangible se hermanan en el estilo propio, legítimo y técnicamente depurado de una escritora de vuelos, éxitos y entrega.
Dicho está, enfocada, clara, honesta, mi amiga Brunilda ha construido una vida de puertas abiertas a la verdad, a la bondad.  Se espiga, se empeña y logra representar la realidad para iluminarla, para hacer trascender el imaginario humano. Es justo el caso esta tarde que nos reúne y espabila la admiración por ella: su historia de Miguel.  Se trata de una obra conmovedora, arraigada en las honduras de la inocencia de un niño de ocho años y su reclamo del cariño maternal ya aposentado en la eternidad.
Claro que no bastan cajuiles rojos y amarillos, trompos y chichiguas, la seguridad de la abuela y el tío Luis, ni tampoco la ternura inapagable de la tía Martina para entender las cosas y ser feliz.  Falta la dulce vigilia del sentimiento de Brunilda, para Miguel no llorar, para Miguel volver a sonreír.  En ese tránsito su historia me apuntaló varias cosas importantes. 
Por ejemplo, que es sabroso enchumbar el pan en chocolate de agua.  Que los humanos, como los pájaros, al perder su alegría dejan de cantar.  Que las lágrimas ayudan a vaciar el dolor y en el hueco que queda se aposenta el sueño.  Que para llegar al mundo de los sueños se sube una cuestecita, entre dormido y despierto.  Y que justo en ese momento y espacio, las barreras de la materia desaparecen. 
¡Y sucede!  Se borran las ausencias, y no obstante la distancia, no existe la lejanía.  El corazón palpita con emoción, la luz permite ver y la paz permite querer. Como confiesa Brunilda en su dedicatoria al sobrino amado, el poder sostenedor de la Esperanza es una realidad.  Mueve al hombre y al universo, por los anales del amor, ayer, hoy y siempre.

Lucia Amelia Cabral


                  




PRESENTACIÓN POR BRUNILDA CONTRERAS DEL LIBRO DE MARILYN ARMENTEROS: DON SIN COLA y otros cuentos

Una vez leí que para escribir un libro se precisan dos condiciones básicas: tener una historia  que contar y contarla.  A esas dos yo he aña...