A consolar he sido convocada, mas no con ese propósito he acudido, pues jamás de consuelo puede hablarse, cuando
del nacimiento de un libro se trata. He
venido, sí, con el corazón rebosante de un
regocijo, de una alegría y de un
gozo pocas veces sentidos, a compartir con Leibi y nuestros
amigos, esta hermosísima ocasión, que nos permite expresarle, a esta promotora del entusiasmo
por la literatura, nuestro reconocimiento por su estímulo permanente. Ese que
nos ha mantenido unidos, si no físicamente, mediante los mágicos y muchas veces
incomprensibles canales del alma, aún cuando la vida puso mar entre nosotros por diez largos años.
Pero la vida nos la devolvió y entonces la encontramos jugando con el
cíclope ratón y su amigo el bufón, y creando hermosísimos poemas en el jardín.
Aquí la tenemos siempre con las pilas puestas, dispuesta a extender los bordes del reino de nuestra literatura, entre estrellas, conchas, pulpos, delfines,
ballenas tiernos tiburones, algas y sargazos, y una riada inmensa de espumas,
olas, corales y esponjas, peces de colores, fosas submarinas, sobre la más
bella de todas las arenas: el mundo
mágico de la imaginación creadora.
Pero si es preciso llorar, conmovidos por el amor que nos convoca
al nacimiento de esta obra, y por la sinergia que se genera cada vez que los
que compartimos el amor por las letras nos juntamos, junto con Leibi, en vez de ofrecerle algún consuelo, dispuestos estaremos a crear, de fantasía,
mares inmensos.
Brunilda A. Contreras N.
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