A Walt Disney se le atribuye haber dicho que hay que tener mucho cuidado con lo que se desea porque puede hacerse realidad. Afortunadamente no he tenido cuidado alguno con mis sueños, porque hace ya muchos años, mientras mis tiernos pies amasaban el lodo, mi cabeza se elevaba en procura de las estrellas. Y los resultados han sido maravillosos. Guiada por las sabias enseñanzas de mis abuelos paternos y de mi inolvidable tía Meicé, pude penetrar desde muy chica en ese universo que muchos denominan ´El Reino de la Fantasía`, de donde proceden las historias que cuento.
A falta de libros físicos, esos seres amados, que llevaban el saco del intelecto vacío, pero llenas las árganas del corazón —donde tiene residencia la sabiduría— me alfabetizaron con el amplio libro de la naturaleza. Con este comencé a tener contacto con los cuatro elementos que constituyen todo lo que existe en la tierra —incluyéndonos a nosotros mismos— y, sobre todo, con los mágicos seres que los pueblan.En ese mundo mágico en que he vivido he sido acompañada por duendes que me han ayudado a tejer una inmensa cantidad de sueños, y por hadas que con su mágica varita han contribuido a hacerlos visibles en este plano de las formas. Ellos me ofrecen con mucha frecuencia sorpresas tan agradables, como la dedicatoria de este día. Pero también he de confesar que me han salido al paso lobos y brujas que han intentado —y a veces conseguido— obstruir por momentos el camino de mis sueños. Y entonces, con perseverancia y, sobre todo, con mucha fe, he logrado entender que esas estrafalarias apariciones no son más que proyecciones de mis más íntimos temores.
Con frecuencia recuerdo a nuestra muy querida y siempre presente Aída Bonnelly de Díaz, quien en una ocasión me manifestó que lo mejor de los años dorados —por los que ahora transita la expresión externa de mi existencia— es que uno se torna más sincero. Y en ese sentido, puedo afirmar que nunca he sabido cuál es la línea divisoria entre la fantasía y lo que la gente denomina `realidad`. Porque entiendo que ambas son realidades en su propio estado de manifestación, y que lo que la gente llama `realidad` no es más que la expresión sutil de ese otro mundo que es intangible solo para los sentidos comunes. Ese mundo que es nuestro por herencia, por aquello de sabernos divinos por origen y humanos por manifestación. Me concibo integrada por esencia y sustancia, sustancia y esencia que se transmutan la una en la otra, en atención a las necesidades del momento.
Esa concepción me llevó desde muy pequeña a crear matrices con mi mente que, sustentadas por mis sentimientos, hoy se expresan en esta realidad tridimensional. Mientras jugaba en el cafetal de mi casa, transformaba los cafetos en entrañables amigos, me interesaba en su procedencia, sus sueños, sus aspiraciones… Y hoy, la vida me los ha traído a todos como miembros de mis dos grandes y amorosas familias: la biológica y la espiritual: cual de las dos más valiosa para mi existencia.
Por eso, me chirrían las voces que aseguran que los verdaderos amigos son muy buenos, pero pocos. Pues los míos son muchos, y muy buenos. Tanto, que cada vez que algún nubarrón amenaza con empañar mi alegría, ellos acuden de inmediato para ungirme con el ungüento sagrado de la solidaridad. Y entonces, con mucha frecuencia tengo que colocarme imaginariamente el manto de silencio y humildad para preservarme del pernicioso efecto del orgullo que pudiera llegar a hacerme creer que merezco todo lo que me ofrecen.
Les reitero mi profunda gratitud por su presencia en esta significativa mañana. Y al Ministerio de Cultura por el honor que me ha concedido. Y pueden tener la certeza de que seguiré soñando, creando maquetas con el material que extraigo del Reino de la Fantasía que, sin lugar a dudas, serán transformadas por mis amigos los duendes y las hadas en realidades de este plano que se exhibirán ante la vista de quienes deseen contemplarlas.
Muchas gracias, y feliz resto del día.
Brunilda Contreras Núñez
Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2017